Carnival of Souls: el beso póstumo del terror
¿Y qué es el Sentido hoy? ¿Cuáles son estas
Instituciones? Todos las conocemos, es más, vivimos gracias y acorde a ellas.
Por instituciones me refiero a instancias abstractas y materiales mediante las
cuales nosotros, los que todavía estamos vivos (¿lo estamos?) podemos reducir
grandes dosis de incertidumbre y complejidad (multiplicidades las llamarían
Deleuze y Guattari) hasta
transformarlas en enunciados inequívocos que nos permitan sobrevivir.
Si respetamos esas normas, si actuamos de acuerdo a esos pactos, nuestra
existencia (nuestra identidad) está garantizada, y con ello, nuestro acceso a la
verdad, una verdad que no significa el resultado de un ejercicio abstracto
sino, por contrario, un acierto de carácter material y biográfico: casa, trabajo,
salud, etc. Carnival of Souls nos sitúa en el medio de estas
sociedades diurnas, instituciones que dominaban implacablemente el campo de los
años 60, como el psicoanálisis, el sexo, la religión (secular), el machismo explícito
y una potencial emancipación de la mujer a través de su acceso al mundo laboral.
Si queremos trasladar este esquema al día de hoy, las consignas son diferentes,
pero sus valores permanecen idénticos. Hoy los programas y disputas institucionales
giran en torno a la diversidad sexual, las corrientes políticas, el
funcionamiento del mercado, la problemática de la salud mental, entre un largo
etcétera que abarca cada aspecto del tejido social. Todos estos conceptos son,
lo repito, acuerdos previos que permiten el funcionamiento de una comunidad
masificada, es decir, de la gran ciudad; es la microarquitectura que sirve de
apoyo al nuevo templo con que los seres humanos modernos hemos reemplazado al
viejo Dios. Sin embargo, Carnvial of Souls nos muestra que hay algo
podrido en Dinamarca y que, bajo el reinado del Sol, las pesadillas producen un
horror más intenso.
¿Y
quién es nuestro príncipe Hamlet? Mary, una mujer que, tras haber tenido una experiencia cercana a
la muerte, comenzará a transitar por el borde de esas estructuras. Mary es un
personaje representativo de todas aquellas personas que no encuentran un lugar
en la sociedad, es decir, allí donde su funcionamiento fracasa. Mary no puede
adaptarse a lo que se espera de una mujer de su época, ni puede establecer
conexión alguna con otros semejantes. Como Esther, la protagonista de La
campana de cristal de Sylvia Plath, está separada del mundo por un orbe
invisible que la vuelve irreconciliable con la maquinaria social. Lo que
estas historias nos plantean, con sus personajes solitarios, es una crítica
moral hacia la hipocresía de la civilización: ¿qué hacen las Instituciones
con aquellos que no funcionan? ¿qué es de la vida de estos sujetos que, por
alguna extrañeza de su temperamento, no pueden participar de las verdades
colectivas? Estrellas célibes, ermitaños en plena urbe, transitan sin rumbo
apoyados en el basto de su locura.
Mary, mujer que tras un accidente ha visto un trozo
del abismo, es acechada por la red Institucional como si de una telaraña se tratase.
Si las tuviéramos que clasificar, podríamos hablar de tres grandes estructuras
productoras de sentido único que la acosan permanentemente para asimilarla
a un funcionamiento social que le devuelva estabilidad y sentido a su vida: el sacerdote,
el macho-seductor y el psicoanalista.
Los guardianes del Sentido
1)
El
sacerdote
2)
El
macho-seductor
Mientras Mary se cambia la bata, un ojo la
mira impúdicamente. Ese ojo, lejos de responder a un instinto animal, está
completamente direccionado, instituido por una identidad cultural que se
repite mecánicamente y que somete, hasta el día de hoy, a cuanta mujer exista.
Es la mujer-penetrable, la mujer-conquista sexual, la mujer-liberal, el (falso)
devenir-prostituta de la ciudadana burguesa. Linden (así se llama
nuestro acosador) encarna la institución que se propone engatusar a la mujer
independiente y recordarle siempre que el sexo es diversión y el destino de
todos los jóvenes. Linden establece, con su conducta, una serie de
exigencias de sentido único más complejas y burocráticas de lo que su aparente
libertinaje sexual supone. Linden quiere hacer de Mary una mujer normal y
sociable; establecer, con su conquista
sexual, un orden en el que varones y mujeres, géneros bien delimitados, se
divierten y la pasan bien en la cama. Carnival of souls anticipa, de
esta manera, uno de los movimientos teóricos foucaultianos más decisivos
respecto a la sexualidad: el paso de la hipótesis represiva al
de una instancia positiva del poder, productora de subjetividades y, sobre
todo, de discursos abiertos sobre la sexualidad. Mary, a los ojos de Linden (¡incluso
a los ojos del sacerdote!), mantiene una castidad propia de los antiguos
mártires y eremitas del desierto cristiano, conducta completamente inadecuada
para las exigencias de una Modernidad cuyos progresos “han tirado abajo” los
prejuicios sexuales y “liberado”, de esta manera, el placer erótico de la mujer.
Ante la reticencia de Mary, ante el fracaso de la seducción masculina, el psicoanálisis
vendrá al rescate con su ya clásica e infaltable teoría de la histeria.
3) El psicoanalista
De
las tres figuras que analizamos, el psicoanalista es sin duda la más interesante,
puesto que es el único que presta su oído a Mary y toma relativamente en serio
su crisis identitaria. Digo relativamente porque, por su puesto, el
psicoanálisis funciona dentro de un marco epistemológico donde cada percepción
que tienda al delirio es en realidad una máscara que encubre un acontecimiento
traumático-reprimido de la biografía del paciente. Por tanto, el Dr.
Sammuels escucha con atención las alucinaciones de Mary, pero solo las ve
como síntomas, como expresiones histéricas de un acontecimiento escondido que,
tras una larga tarea de análisis, quizás podría salir a la luz. De esta manera,
el Dr. Sammuels se dedica a indagar las causas de este hermetismo social, en el
que ve, como sus otros dos antecesores, un problema de funcionamiento. “¿Será
su padre? ¿Su madre? ¿Será que le tiene miedo a los hombres porque en realidad
los desea?”, entre otra serie de enunciados que tienden a reducir la
riqueza del terror existencial que Mary está viviendo mediante su reducción a un principio único. Como es de esperar, sus métodos no funcionan.
El espejo, lejos de dar unidad, le devuelve a Mary una imagen multiplicada, los
vidrios de las ventanas amenazan con mostrarle, de manera siniestra, una oscura
caterva de fantasmas y muertos de aspecto diabólico. Mary está constantemente
al borde de la disolución, está a punto de convertirse en otro, de
transformarse en muchos: transita, a través de la pesadilla, por las innumerables
mascaradas de la muerte. Desde un edificio abandonado, en las ruinas de un
antiguo circo de carnaval, irradia un oscuro punto de atracción que, a través
de una música espeluznante, conduce a Mary hacia su encuentro: es el magnetismo
de lo terrible, la cara oscura de la civilización, el dionisismo que aún
perdura en las interfases donde conviven los vivos con los muertos. Frente a su
fascinante y terrible luz, a su hermoso carácter lunar, nada pueden hacer los tres
guardianes del Sentido que mencionamos.
¡La salvación está en las pesadillas; nuestro consuelo, en el horror!
Carnaval of Souls, como lo
indica su título, es una invitación a perderse en el carnaval de las almas. ¿Y
qué clase de carvanal es posible en este mundo anodino y secularizado?
Frente
a los templos de la burocracia; frente las exigencias de la convención; frente
a los magros destellos del consumo, el trabajo y la familia; frente a la
explotación y la comercialización del deseo sexual, del encuentro amoroso de
los cuerpos; frente a la cáscara vacía de las promesas urbanas y la ausencia de
música en toda institución social; en fin, frente a la ausencia de alma de
la sociedad moderna, todavía tenemos el derrotero de la pesadilla, la
fiesta sagrada del horror.
Como
nos aconsejaron Deleuze y Guattari, en vez de interpretar o sacar una
foto de nuestro inconsciente, lo que hay que hacer es producirlo, y el inconsciente es sinónimo
de población, de multitud. Mandas de muertos, espectros y fantasmas vienen a
perturbar nuestra comodidad burguesa para invitarnos a una fiesta sacrificial:
allí, donde antes se apuñalaba a un chivo, hoy se coloca el cuerpo rígido de la
identidad, fosilizada por los imperativos sociales. En medio de cantos salvajes
y del fuego, en un desfile propio de un circo, con cadáveres danzando
alrededor, el puñal cae sobre el pecho uniforme y multitudes de manos,
extremadamente pálidas, comienzan a desparramar las extrañas.
En
las escenas finales, Mary está aterrada; grita, huye, mientras una horda de
vampiros o zombis la persiguen sin tregua, deseosos de incorporarla a su
carnaval. Pero nos engañamos, nos traiciona nuestra mirada de espectador. Mary
no esta sufriendo, no pide ayuda; si nos fijamos bien, lo que nos parecen
gritos de terror son en realidad gemidos de éxtasis, el llanto es risa, la
violencia, el baile de los animales que juegan a morderse. Mary, finalmente,
deja de ser Mary. Es asimilada a la manada carnavalesca, a los murciélagos de
su inconsciente. Si alguien se la cruzara, y le preguntase quién es, ella
respondería: <<Mi nombre es Legión, porque somos muchos>>.
Epílogo
El
papel que juega el horror en esta película, como elemento de salvación para una
sociedad que ha perdido cualquier contacto con el ámbito de la maravilla (y por
ende, su intensidad existencial), es el que creo que desempeña el género
fantástico en general, dentro del cual participan las historias de terror. El
cine y la literatura fantástica vienen a cumplir, con su cuestionamiento a la
realidad uniforme y su apertura hacia la multiplicidad y el sin-sentido, el rol de una
ventana de escape frente a las identidades fosilizadas que nuestras sociedades
postcapitalistas nos venden en las vidrieras de los comercios y las universidades.
El
crítico norteamericano Leslie Fidler señala que la literatura fantástica
del siglo XIX, específicamente el terror gótico, surge en un momento de crisis,
donde se produce un hueco temporal y epistemológico que va desde la muerte Dios
hasta el nacimiento del psicoanálisis. En esa bendita oscuridad, libre de
psicólogos y de sacerdotes, en el medio de bosques, criptas y castillos
abandonados, proliferaban fantasmas, vampiros, hombre-lobos y toda clase de
monstruos. El psicoanálisis, con su indagación del inconsciente, se encargó de
ponerle fin a tal modelo. En esta época, no es posible –ni nos interesa–
resucitar a Dios, pero sí creo que tenemos, más que nunca, una posibilidad
extraordinaria: volver a cultivar ese espacio de oscuridad, habitar de lleno,
por la vía del terror, la intensidad que nos produce la incertidumbre. Descubrir,
en los diversos rostros de la muerte, la parte más alegre de la vida.
.
Texto: Marcos Liguori (2024)
Película: Carnival of Souls (1962), Herk Harvey
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